Reforma fiscal y oscurantismo

Por: Yanie Fallas

A diferencia de lo que la Organización de Naciones Unidas (ONU) indicaba que somos uno de los países más felices de mundo, Australia sí lo es. Este país representa la felicidad en su medio, tras apostar a la minería que permitió minimizar el impacto de la crisis financiera internacional según la Organización para la cooperación y Desarrollo económico (OCDE).

No es una falacia que el Banco Mundial y la Comisión económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), así también lo indiquen y apuesten a ello.

La minería proporciona un enfoque más integral de abordar las etapas de desarrollo involucradas, genera solvencia económica e investigación y como valor agregado, impulsa diversificación vertical y horizontal a nivel empresarial e industrial. Muchos países así lo han experimentado, Chile, México, Perú, Botswana, Sudáfrica, Papúa Nueva Guinea, Bolivia, Brasil, Burkina Faso, China, Colombia, el Congo, Ghana, Ecuador, India, Indonesia, Madagascar, Tanzanía y Tailandia y lo consideran como un motor clave en su desarrollo económico.

Entonces, ¿Por qué, si somos un país feliz estamos aceptando una reforma fiscal que no favorece el desarrollo económico de Costa Rica y más bien, la hundimos con aumento de impuestos como una única solución?. Porqué no apostar al aprovechamiento de nuestros minerales?

La Dirección de Geología y Minas publicó que la producción de oro del país para el período de labores 2016-2017 es de 4,255 Kg, esto equivale a 140,415 onzas de oro, a un precio de $1203 /onz, se tienen aproximadamente $169,059,660 (ciento sesenta y nueve millones cincuenta y nueve, seiscientos sesenta dólares americanos) que al tipo de cambio de la moneda oficial de 574.33, sería 97,096,034,527.8 colones (noventa y siete billones, noventa y seis millones, treinta y cuatro mil quinientos veintisiete colones con 80 céntimos). Sin duda, este dato demuestra la rentabilidad económica que podría tener el país, aumentando el PIB- por el que hoy todos estamos preocupados- y, disminuiría la pobreza, eso sí, legalizando a quienes explotan nuestros recursos y no como sucede con los todos los ilegales en los alrededores de Crucitas, Abangares y Zona Sur, o bien que el gobierno valore dedicarse, como sector público al aprovechamiento de nuestros recursos.

Tal vez, uno de los beneficios más valiosos es el conocimiento geológico del país que puede ser incluido a un ordenamiento territorial sostenible y actualizado, así como, la delimitación de zonas productivas mineras-no mineras que pueden ser clasificadas en posibles riesgos altos, medios y bajos con escenarios para las mejorar y adaptar las medidas de mitigación en casos de alta afectación.

Con el uso de tecnología de punta para optimizar procesos y proteger el medio ambiente, de la mano con países que puedan hacer alianzas estratégicas y que puedan contribuir al mejoramiento de sus procesos y la minimización de los impactos negativos. En tal sentido, la cooperación internacional y, en especial la cooperación técnica, es un instrumento valioso que evidencia el compromiso e implica la interdependencia.

Si bien es cierto, los accidentes ambientales mineros deben ser reprochados, también es importante reconocer que las medidas que toman las empresas para remediarlos y evitar nuevos sucesos similares son enormes, generando mayor responsabilidad social y sostenibilidad real. En tal sentido, tales experiencias son insumos apreciables para ser compartidas con otros miembros de la industria que podrían aplicar esos conocimientos adquiridos sin padecer las dificultades en otros casos.

A nadie se le ocurre declarar una moratoria al turismo cuando vemos un aumento desmedido en accidentes o crímenes contra los turistas, y mucho menos prohibir la actividad. Entonces ¿por qué hemos permitido que estos dogmas se apliquen sin reparo a la actividad minera, misma que hace posible y sostenible a toda actividad humana?

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