Reseña de actividad flamenca en honor a la celebración del quinquagésimo aniversario del Colegio de Geólogos de Costa Rica.

Priscilla Vargas

El viernes 14 de abril nos apersonamos colegiados y acompañantes, a lo que fue una acogedora noche en honor a la celebración del quincuagésimo aniversario del Colegio de Geólogos de Costa Rica, uniéndonos en una especial velada, de un gusto exquisito. Algunos la describieron como “una noche para no olvidar”, en donde el baile flamenco, desarrollado por la bailaora Rachel Escalona, provocó un sismo de magnitud 7 en el auditorio del Colegio, donde la polifacética “ guitarra ” tocada por Luis Fernando Aguilar produjo grandiosas vibraciones a través de sus finas cuerdas, que construyeron con gran eco la música española a la perfección, y donde el cantaor José Carlos Fernández, tejió no solo una rica comunicación directa con el público, sino que logró con su cálida voz al hablar, y fuerte y grandiosa al cantar, una gran conexión entre el fino tejido del baile, la guitarra y el calor del público, incluyendo dentro de su discurso algunas frases geológicas que nos hicieron reír.

Sin engrandecimientos, el ambiente se sintió tan acogedor y rico; como estar en casa con chimenea, viendo un exclusivo espectáculo en vivo. Nadie quería que se acabase aquella noche, todos nos conectamos y nos perdimos entrelazados entre cada baile flamenco, sumado a la música y el cante, complaciendo a la vez el paladar durante todo el evento, con vino a elección, acompañado de las exquisitas tapas incluidas dentro de la actividad: torta española, brocheta de camarón, paella, brocheta de jamón serrano, quesos, aceitunas, y fabada.

Fueron cuatro grandes y extensos bailes: Sevillana, Soleá por Bulerías, Tangos, y Alegrías de Cádiz, unidos con expresiones propias de España, como el “oléee!” y “guapa!”, entre otros, sumado a los muchísimos y sentidos aplausos al finalizar cada segmento de esta gran presentación, que sin duda alguna hizo eco en todo San Cayetano, teniendo de cierre muchos aplausos de pie, que hicieron reconocimiento a aquella catarsis de emociones provocada por el brillante trío. Sin duda, nos trasladaron a otra dimensión, haciendo que olvidáramos cualquier pensamiento fastidioso de la semana. Entre los asistentes, tuvimos grandiosos comentarios, durante y al finalizar la actividad, tales como: “Que se repita!”, “El Colegio de Geólogos quedó en grande con este espectáculo!”, “ Hermoso!”.

Me complace mencionar y remembrar cada uno de los bailes presentados, todos impresionantes, con un estilo propio y muy marcado, los cuales dejaron alma y corazón en el escenario y en el ambiente, con el encanto y energía que tuvo la bailaora durante toda su presentación.

Sevillana

Las sevillanas, antiguamente llamadas “seguidillas sevillanas”, son una música y danza típicas de Andalucía, sobre todo en Sevilla, Huelva y Cádiz, en el sur de España, bailado en parejas y de carácter festivo. La música tiene su origen en la seguidilla manchega, de la cual hereda la estructura pero que, debido al contacto con otras músicas de Andalucía, su sonido se ha ido aflamencando. En cuanto a la danza, que se agregaría después, toma sus movimientos de la escuela bolera. No son un palo del flamenco propiamente dicho, porque su baile está coreografiado y su lírica se ha simplificado para acompañar al baile, aunque aglutina diversos elementos estéticos del flamenco. En la actualidad, es considerado uno de los cantes y bailes populares más reconocidos de España. Se cantan y se bailan en las distintas ferias que se celebran en la provincia de Sevilla, con su mayor exponente en la feria de Sevilla, así como en las romerías de la provincia de Huelva, con su mayor exponente en la Romería del Rocío (en Almonte). Asimismo las encontramos en diversas festividades romeras como la de la Virgen de la Cabeza (en Andújar, Jaén). Antiguamente, las sevillanas se bailaban en los patios andaluces y los corralones.

Soleá por Bulerías

La soleá, es el estilo flamenco considerado como centro neurálgico del arte jondo, y se le ha llamado “la madre del cante”. El nombre tiene su origen en la palabra soledad y de ahí ha ido derivando en soleá. Existen muchas teorías sobre su origen y evolución. José Manuel Gamboa cree que con materiales de procedencia rondeña-malagueña, la soleá nace en Cádiz, pasa por Jerez y se desarrolla y florece en Triana.

En cuanto a la bulería, existen varias teorías sobre su aparición a mediados del siglo XIX. Unos creen que fueron creadas por los habitantes de las calles de Jerez, quienes tomando la medida de la soleá y aligerando sus compases, configuraron un estilo rebosante de gracia y picaresca, repleto de movimiento. Otros, por el contrario, opinan que pudieron nacer en Cádiz, al desprenderse del baile por alegrías unos cantes, conocidos como chuflas, con los que se rematan dichos bailes.

La unión de estos dos palos (ritmos) se le llama bulerías por soleá o soleá por bulerías.

Tangos (estilo de Granada y el TiTi de Triana)

El patrón rítmico del tango o en su origen también llamado habanera, se dice que procede de las contradanzas (baile de nobles, elegante y honesto con el qué cotejar a damas y caballeros) que llegaron a América en el siglo XVIII. Sobre el origen de los tangos se barajan varias hipótesis, una es que fueron los franceses huidos de Haití, los que llevaron a Cuba el patrón del tango, pero quizás la que más peso ha tenido, es que fueron los esclavos de Santiago de Cuba, los que comenzaron a desarrollar este patrón, llevándolo a la Habana y desde donde empezó a extenderse a todo Occidente.

Primero llega a Cádiz como tango americano e insertándose como número central en las zarzuelas. Luego se fue desprendiendo de estos matices originarios y fue adquiriendo un carácter más aflamencado, consolidándose como baile en lugares como Cádiz, Jerez, Triana, Granada, Jaén, Málaga o Extremadura.

Alegrías de Cádiz

Tiene su origen en la jota navarro-aragonesa que echó sus raíces en la capital gaditana como resultado de la emigración durante la ocupación francesa, en la que tanto aragoneses como gaditanos se hermanaron contra el enemigo común. De toda esa mezcla cultural, salió una especie de jota gaditana, que derivó en las actuales alegrías, llenas de jolgorio, que, a partir de mediados del siglo XIX, se comenzaron a aflamencar en su ritmo, pareciéndose más a una soleá y derivando a como en la actualidad las podemos escuchar y sentir.

Se trata de un baile asociado a la ciudad más antigua de todo Occidente; Cádiz, y se encuentran las primeras noticias de Alegrías en 1867, pudiendo situarlas cronológicamente en la segunda mitad del siglo XIX. 

Se recrea un sentimiento de gracia y diversión, celebrar los éxitos y reírnos de las penas y en este estilo va a escuchar referencias al mar y sus oficios, la costa, la naturaleza, el amor en un sentido sugerente o la celebración de la vida.

Inversión cultural terrícola

[Una breve reflexión en el Día de la Tierra]

Gerardo J. Soto
Geólogo consultor, investigador y docente
katomirodriguez@yahoo.com

Estoy convencido que los tres grandes inventos de la humanidad que la han exacerbado a su condición actual son la agricultura, la escritura y la ciencia, en orden cronológico, pero también lógico. Después de centenas de miles de años de nomadismo y búsqueda de nuevos territorios y nuevos nichos, los humanos (en sus diferentes versiones de hábiles, erectos, floresinos, denisovanos, neandertales, sapiens y otros) finalmente encontraron una manera de volverse sedentarios, al domesticar plantas y animales, hace tan solo unos miles de años. Luego necesitaron contar y tomar nota de sus productos, y finalmente tuvieron que explicarse cómo funciona el mundo dejando de lado a los dioses inventados. Así nacieron en su orden la agricultura, la escritura y la ciencia.

Pero esto ha conllevado a una serie de consecuencias en sus vidas y en el entorno en que viven. De estar aislados en África, los sapiens han colonizado todos los continentes, se han reproducido de manera exponencial, han hecho un uso casi indiscriminado de los georrecursos, la flora y la fauna, y han llevado a la extinción de miles de especies que bajo otras condiciones (la no presencia del sapiens) hubiesen evolucionado y vagado por la faz de la Tierra o en algunos sectores endémicos.

Gracias a la ciencia, no es sin embargo, hasta el siglo pasado, en que hemos sido conscientes de varios de nuestros estropicios que como especie hemos infligido a los sistemas bióticos terrestres. Temerosos de que alguna cultura alienígena nos fuese a atacar, agredir o destruir, ha resultado que nosotros mismos los terrícolas nos hemos herido profundamente como especie y como falsos rectores del mundo. Hoy somos ocho millardos de humanos, comparados con solo unos miles que empezaron con la agricultura, de modo que los retos de recomponer lo que hemos descompuesto en la Tierra, son enormes, porque somos muchos. Bajo esta perspectiva, es que se instituyó el Día Internacional de la Madre Tierra el 22 de abril de cada año, primero desde 1970, y luego como día oficial de Naciones Unidas desde el 2009.

Debemos entender como “Madre Tierra” no a un ente mítico, sino como a ese gran entorno que inicia con la geodiversidad y se expande con la biodiversidad, de la cual los sapiens somos parte. Este año se ha elegido el lema de “Invertir en nuestro planeta”, que viene a ser una exhortación a invertir no solo con dinero para poder realizar obras o sistemas, sino a invertir en pensar cómo podemos solucionar al menos en parte los grandes problemas que hemos creado. En esto, el conocimiento de los geólogos es fundamental, porque ningún otro científico conoce mejor al planeta que los geólogos, en tanto saben su origen, evolución, y dilemas pasados, y entonces pueden aplicarlos para tratar de resolver los dilemas presentes y futuros. Obviamente, se necesita la cooperación de todos los humanos y las entidades gubernamentales y globales para cooperar en este objetivo común. Habría que empezar por comportarnos como consumidores más racionales; en olvidarnos de hacer la guerra como un gran negocio y en su lugar invertir en ciencia y en procura de conseguir los objetivos del desarrollo sostenible; en convertirnos en humanos más cultos y realmente pensantes, en donde la diversión fútil no sea la que sea lo más importante, sino la cultura de nivel.

Suena a lugar común, pero no solo un día debería ser el de la Tierra, sino todos los días del calendario, y la inversión en pensar cómo mejorar nuestra sociedad –y con ello la situación planetaria- debería ser un objetivo y un mandamiento de cada ser humano y ente gubernamental. Creo que no podría decirlo mejor que el gran científico Carl Sagan: “Si un habitante de otro mundo llegara a visitarnos, ¿qué cuentas rendiríamos de nuestra administración del planeta Tierra?”. Así que “carpe diem”, aprovechemos el día.